
Pero con el paso de los meses fui cayendo en la cuenta de que todo a mi alrededor volaba de a veinte, de a cincuenta, de a cien.
Parece ser una imperiosa necesidad la de que suceda todo junto. Todo y todos juntos. Una preocupante incapacidad para decir NO a las cosas que me atren, o a las cosas que los demás esperan de mi; por más de que a posteriori no me den los tiempos, la vida, la energía, las ganas, la sonrisa.
Supongo que crecer es en parte saber elegir, poder decidir.
Balance de fin de año, o como quieran llamarle, en este nuevo año quiero desechar lo que sobra y asentar lo que no, quiero tener pájaros en mano. No quiero que nada vuele a mi alrededor sin que yo tenga el control. O tal vez la plabra control sea demasiado dura, acartonada, estructurada, sólida...no acertada.
Más bien la palabra puede ser consentimiento, tener el real consentimiento (que deber venir de conciencia, ¿no? :P); saber que los tesoros que tengo en mis manos están porque realmente valen, y valen más que los cien volando, y me hacen más feliz que los cien volando.
Poder tomar decisiones es construirse a uno mismo, y eso es lo que quiero hacer. Ladrillo por ladrillo ir armando una escultura hecha a mi medida, y a medida de sonrisas, carcajadas, guiños y vueltas luminosas en el aire.
(Es más, tal vez aproveche la mano de obra y me agregue algunos centímetros más :P)
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